¡HELLINGER IMBÉCIL!
En mi contribución de You Tube https://youtu.be/YHXgdNeyIv8 esbozo lo que tomé de Hellinger y también aquello donde mi proceder difiere del de él. Y describo cómo se desarrolló mi relación con un maestro extraordinario, el cual – al igual que muchas personalidades “carismáticas” también tenía lados muy problemáticos e hirientes.
Me alegro mucho de que la sociedad de constelaciones sistémicas hubiera colocado esta contribución en su foro, en https://www.praxis-der-systemaufstellung…-hellinger.html
Esto me impulsa a diferenciar mis exposiciones como sigue.
Historia previa: Conocí a H en 1993 y me entusiasmó su persona y su método. El se alegró de mi interés y estaba dispuesto a hablar telefónicamente conmigo, una a dos veces por semana durante un año, sobre clientes difíciles. ¡Eso era una supervisión en línea “privadísimo y gratis”! De esa manera aprendí de la importancia que tienen los destinos familiares (hoy los llamamos traumas) para la comprensión de mis clientes.
En 1995 H me propuso organizar y documentar un seminario de constelaciones. Las constelaciones dirigidas por él eran muy impresionantes – pero mi seguimiento de las mismas reveló que no causaron mejorías.
El libro no se llegó a imprimir. Pero para mi como psiquiatra, eso era un mensaje de continuar el desarrollo del trabajo de constelaciones, de manera que también sea útil para clientes con diagnósticos psiquiátricos.
En el año 2000, H ofreció una supervisión con consteladores experimentados. Yo participé y mi experiencia con H fue totalmente distinta. Lo describiré más detalladamente.
Una participante terapeuta informaba sobre su cliente que tenía tendencia suicida. Ella abortó a gemelos a los cinco meses de gestación. H eligió representantes para la madre y para los gemelos. La “madre” se retorcía de un lado al otro, estaba deshecha.
H a la “madre”: diles a los niños: “Yo no los quise a ustedes.”
La “madre” que era una terapeuta con experiencia, contestó: “Bert, no puedo hacer eso, no me resuena.”
H, inquebrantablemente severo: “Diles, ¡no los he querido!”
Recién a la tercera petición de H, ella dijo las frases indicadas.
No se movió nada.
Como un juez, H afirmó: “Esta mujer no tiene salvación.”
Todos estaban conmovidos notoriamente. Silencio gélido. Pero nadie se atrevió a poner en duda el proceder de Hellinger.
Yo, siendo el más joven, me atreví a proponer una intervención, que según mi experiencia podría llevar a una solución (ver https://youtu.be/Q4pUt6eGhqw). H escuchó a mis argumentos. Luego vino su comentario matador: “Robert, de ti se sabe que tiendes a mitigar.” (Para mayor comprensión: H tenía la convicción de que su trabajo exigía enfrentar al cliente con “la fuerza del destino.” Cuando yo respondí que tenía otra opinión, H solo respondió: “Que pena.” Del grupo nació una risa liberada. Nadie se puso a mi lado, tampoco durante el receso. Yo me sentí como un desterrado, al que se tenía que evitar para no caer en desgracia.
Años después toqué el tema de esa situación con H. Su respuesta: “Como guía yo tenía que actuar de esa manera.” También es indicativa para esa demanda de autoridad la frase de H: “El maestro nunca fue alumno – el alumno nunca fue maestro.”
Cuan diferente y liberador es el concepto de “espíritu principiante” en el budismo zen. Espíritu principiante se refiere a la actitud de una apertura fundamentalmente abierta, que permite conceptos y e enfoques totalmente nuevos en la vida. Ahí se podría decir: Sólo es maestro aquel que sigue siendo alumno – es decir, aquel que conservó el espíritu principiante de un alumno.
Esa experiencia dolorosa de rechazo y humillación por un guía autoritario – y por un grupo, que por lo visto necesita un gurú de ese tipo, – me hizo tomar conciencia de mi propia dependencia. Ya que yo – ¿o él? ¿o los dos? lo necesitábamos.
En retrospectiva comprendo que esa experiencia traumática con H y el grupo de consteladores era necesario para distanciarme de H, para separarme de él y de ese colectivo simbiótico, orientado unilateralmente hacia un guía, y confiar totalmente en mi propia percepción e intuición.
¿No es eso lo que se puede llamar “crecimiento postraumático? Fue doloroso pero sanador. Reconocí a mis propias tendencias simbióticas. Así me fue posible descubrir en mí y en mis clientes, paso a paso, la confusión de la simbiosis (o confluencia) y describirlo:
SIMBIOSIS
Llamamos simbiosis a las dos tendencias, que se auto fortalecen,
a orientarse más con base en autoridades externas y en sus necesidades,
que en las propias percepciones y necesidades.
Y a tomar distancia frente a lo propio
en lugar de hacerlo frente a lo ajeno.
Para liberarse del modo de simbiosis y alcanzar una mayor auto determinación, fueron importantes los siguientes pasos:
- El aceptar una instancia del propio ser – un sí mismo – que hace posible la distinción entre yo y no – yo.
- De esa manera se hacen notar los límites, aparecen espacios diferentes (de identidad, es decir de la responsabilidad)
- Así la propia fuerza vuelve a enfocarse en una tarea “sana”: reconocer lo ajeno a uno mismo en el propio espacio, volver a sacarlo de ahí y poner límites, ya que no es compatible con el propio ser, es tóxico.
- La resistencia interior en ese proceso puede ser comprendida como una prohibición inconsciente de delimitación – casi siempre consecuencia de un trauma temprano.
La comprensión de este contexto hizo posible el desarrollo de intervenciones dirigidas, que le abrían al cliente el camino el camino de salida del laberinto de la simbiosis hacia una mayor determinación de si mismo (auto determinación). De esa manera hizo realidad el concepto de la “Integración sistémica del Ser”.
Las constelaciones con figura con traumas tempranos de relación
En conforma conjunta con el Dr. phil. Philipp Kutzelmann, utilizando este concepto, en los últimos años he investigado las verdaderas causas del modo de simbiosis: las experiencias traumáticas de un niño con padres que a su vez también estaban traumatizados. Padres que no podían elaborar a su propio trauma se encuentran ellos mismos en un modo de sobrevivencia, es decir, no están conectados con su propio ser (si mismo). Por esa razón no siempre pueden darle a su hijo (hija) la atención y apreciación emocional que éste hubiera necesitado para desarrollar una auto apreciación sana (intrínseca). Al contrario, inconscientemente trataban de utilizar emocionalmente a su hijo para así tal vez recibir de él(ella) lo que no recibieron de sus padres siendo niños. Esto lleva al hijo al abandono emocional y la sobrecarga. Si no podía – o no quería – corresponder a las expectativas de los padres, éstos reaccionaban con violencia psicológica o física descontrolada. El propio trauma de abandono fue activado por el niño sin que sean conscientes de ello. Pero para esa reacción exagerada hacían responsable al propio hijo.
El ser de sobrevivencia
Si un cliente traumatizado tempranamente se constela si mismo con figuras, a su ser, a la madre (al padre) y a su trauma, de forma regular se muestra la siguiente imagen de la constelación: Su propio ser ubica lejos. Se ubica cerca de la madre y de su trauma. El sentimiento de peso, relacionado con esto, disminuye cuando se coloca sobre el trauma de la madre. Si resiente, toma consciencia: Para no dejar que el sufrimiento se acerque tanto, el (la) cliente se ubica en un “nivel superior” (racional, espiritual, mundos de fantasía), se siente responsable por la madre (fantasías de grandeza ilusorias) y tiende a control y perfeccionismo.
Estos aspectos son parte de su estrategia de sobrevivencia de ese entonces. Denominamos a ese conjunto de aspectos como “ser de sobrevivencia”. Esto es incompatible con su ser y explica el por qué hasta ahora no tuvo conexión, o tuvo poca conexión, con su “verdadero ser”. Debido a que la alternativa estaba bloqueada, el ser de sobrevivencia llegó a ser su “falso ser”.
Para aclarar la relación de un(a) cliente, traumatizado de esa forma con sus padres, apoyamos al cliente a diferenciar entre el “ser verdadero” y el “ser de sobrevivencia” en él mismo y en los padres. Entonces puede reconocer que no fue el núcleo del ser de los padres lo que lo (la) hirió, si no que fue su ser de sobrevivencia.
Hasta ahora rechazó a su madre verdadera por ello, y generalmente también a sí misma – por sentimientos de culpa o porque interiorizó la desvalorización de la madre.
La diferenciación entre el ser verdadero y el falso ser de la madre disuelve a este dilema. En vez de desvalorizarse a si misma por ello, y de insultarse, ahora puede delimitar a este “falso ser” de los padres, ¡rechazarlo e insultarlo – “! eres imbécil!” – ¡sin sentimientos de culpa!
¡Recién al dirigir el rechazo emocional (¡!) no hacia sí misma, si no a la causa – al falso ser de la madre – el camino está libre para ver al núcleo del ser de su madre, a su verdadero ser! Entonces, imaginativamente, puede tomar el amor verdadero de una madre que no está traumatizada y que así se puede alegrar de su hija maravillosa, y que gustosamente le regala su amor incondicional.
Recién cuando un(a) cliente
- puede diferenciar entre una madre herida y heridora y su ser verdadero, y
- cuando pueda percibir y honrar su propio rechazo y sus sentimientos “negativos” frente a la madre, y
- cuando se permita dirigir esos sentimientos de rechazo y odio hacia el falso ser de la madre, que en ese entonces la rechazó y la oprimió, y a los cuales entonces los suprimió y dirigió hacia ella misma,
recién entonces hace las paces consigo misma. Recién entonces puede percibir al ser “verdadero” de la madre e – imaginariamente – puede recuperar la experiencia del amor verdadero de la madre.
Hace la experiencia iniciática de que “merece ser amada”. ¡Siente – tal vez por primara vez – la conexión con su ser verdadero! Esto cambia la imagen de si misma – y a sus relaciones – de manera fundamental. Puede volver a respetarse y también puede sentir el respeto y el amor hacia esa madre. Este sentimiento nuevo de auto valor también le hace posible recibir la atención y el amor de otros.
Está en paz con su destino, – y, con respeto, puede dejar el destino de la madre con la madre. Puede encontrarse con la madre de igual a igual. El amor verdadero puede volver a fluir, aquel que libera y abre el camino hacia la propia vida.
¿Puedo denominar a Hellinger como imbécil (Arschloch)?
Obviamente, eso “no es políticamente correcto”. Es un tabú.
- H. ya falleció. Ahí se aplica „de mortibus nihil nisi bene“ (del fallecido solo se debe hablar bien)
- En la tradición patriarcal, representada también por la iglesia, vale el mandamiento “debes honrar a tus padres (y maestros)”. El pater familae romano aún tenía el derecho de matar a su propio hijo. Hasta el siglo 19, un padre impunemente podía infligir violencia física y emocional a su hijo. Y también el abuso sexual era común. El colectivo, marcado por lo patriarcal, tendía a proteger al perpetrador y a darle la culpa a la víctima, sin contar al trauma causado. Así se estabiliza el poder.
- Hellinger venía de esa tradición. Efectivamente, él a una señora abusada sexualmente por su papá, propuso como frase de solución:” Por ti, papá querido, lo hice con amor.” Los terapeutas de trauma están escandalizados al respecto – y con razón. Pero muchos terapeutas, en especial los “esotéricos” , creen que tienen que aconsejar a sus clientes a que perdonen a sus padres (o a un maestro).
Para los(las) clientes que desde niños, en su familia, tuvieron que vivir la experiencia de que su percepción y sus sentimientos sean devaluados como “erróneos”, eso constituye una re – traumatización.
- Quien critica en público arriesga ser difamado como “ensuciador del nido”, o ser excluido por traidor.
- Se expone al reproche de querer lograr atención mediante la provocación.
Inicialmente, todos esos argumentos pesan mucho y son intimidantes. También ahora, – igual que en ese entonces, – los colegas bien intencionados (que entonces no estaban de mi lado) me aconsejan abstenerme de esa crítica pública. “! Eso caerá sobre tus pies”, “eso luego se volcará en tu contra, ¡solo te haces daño!”
Hasta ahora, yo sólo escuchaba a aquellos que me aconsejaban perdonar a H. Pero no me sentía tan a gusto conmigo mismo. Y quedó un rencor contra Hellinger.
Ahora, mediante mi trabajo con clientes traumatizados, reconocí que: todos esos “argumentos” tienen un efecto común: protegen a los poderosos de una crítica justificada del abuso de su poder.
Estabilizan las relaciones de poder.
Hoy, entrenado por mis experiencias de terapeuta de traumas, me permito decirle públicamente a aquel Hellinger, quien en ese entonces, también públicamente, me devaluó:
“! Bert, eso era imbécil de tu parte, tu eres un imbécil!”
Y SUCEDE LO INESPERADO
Ya no tengo que suprimir a mis sentimientos como erróneos. (“Hacer de mi corazón una tumba”). Me siento bien y puedo respetarme de otra manera.
Y muy sorprendente y animador para mí: ¡También desapareció el rencor hacía Hellinger!”
Mi mirada se despeja.
Veo al otro lado de Hellinger: a quien despertó en mi el entusiasmo por el constelar. Quien me dio algo así como una misión, de utilizar este método también para clientes psiquiátricos.
Recién hoy, a mis 80 años de edad, puedo mostrarle al Hellinger “verdadero” con agradecimiento y orgullo, lo que se desarrolló gracias a esto.
“! Bert, puedes alegrarte! ¡También tienes parte en ello!”
Para que eso se haga posible, yo tuve que denominar a Hellinger públicamente como imbécil. Eso suena paradojo.
¿Pero, acaso no es la reconciliación verdadera?
Tan diferente que la reconciliación “forzada”.
El requisito: La reconciliación y la conexión con el propio ser, con la propia dignidad.
Entonces se hace posible la diferenciación entre el ser verdadero y el falso ser del otro – ¡también del maestro!
La mirada se libera para el verdadero ser del otro – aún si éste no siempre estaba conectado con su ser.
Entonces se hace posible el encuentro – ¡de SER a SER!
Y me imagino hasta poder percibir un alegre guiño de ojo en Bert al ser reconocido en su verdadero ser.
Conclusión: Todo se vuelve sencillo cuando reconocemos que nosotros, los humanos, en si somos contradictorios.
Recién cuando lo reconocemos – en nosotros mismos y también en el otro – entonces podemos hacer justicia al otro en su realidad contradictoria.
Mientras que no estemos dispuestos o seamos capaces a esa diferenciación, tendemos ver solo un lado en el otro – y a excluir al otro.
Si idealizamos al otro, – y el otro “necesite” ser idealizado, – entonces perdemos el respeto tanto por el otro como por nosotros mismos.
Entonces nos perdemos el encuentro de ser a ser.
Entre buenos amigos, en Bavaria existe (¿existía?) una manera bastante grosera del encuentro, por ejemplo: „!Si que tu eres un perro, un perro mugriento!”Eso es grosero, pero es abierto y también se ven y se toman en cuenta los lados negativos del otro. Ahí uno se encuentra de igual a igual. Ahí nada es idealizado ni embellecido. Eso tiene algo dignificante y liberador.
Munic, 20.10.21, actualizado el 4.11.21